Imagen en cerámica "El niño y el lobo" |
Se cree que el lobo fue escogido por haber habitado la mayor parte del mundo en un pretérito remoto, azotando a las primeras comunidades rurales, matando animales y condenando a los campesinos al hambre y la necesidad. También se alimentaba de muertos abandonados por las guerras, las enfermedades, las hambrunas... En un mundo aún más inhóspito, cruel y brutal de lo que es hoy, el lobo podía ponerle un fin aún más cruel: por esto era tan temido.
Los antiguos mitos griegos y escandinavos ya registraban la existencia de los hombres lobo, sin embargo es durante la Edad Media cuando el mito toma una forma más concreta y definida, por ejemplo, es aquí en donde se establece que la maldición es adquirida a causa del maleficio de bruja o un pacto diabólico, en donde si su presa no muere, contrae la afección por la mordida producida durante el ataque. Es esta similitud con los vampiros que normalmente trae la relación establecida entre ellos, comúnmente de servidumbre por parte del licántropo (hombre lobo).
La Inquisición persiguió duramente a quienes sufrían esta metamorfosis, y asoció a los vagabundos, antisociales y locos con los hombres lobo. En muchas comunidades se le tenía pavor y pena a la bestia cuando se hallaba en su forma humana, pues solía tratarse de un vecino víctima de la maldición o locura, pues desde tiempos remotos se les asociaba con los dementes.
Durante los siglos XVI y XVII Francia vivió una plaga debido a la licantropía, proliferaban las historias en su terreno, teniendo a todos sus poblados atentos ante una amenaza semejante. La mayoría de los ataques se concentraban en la campiña, aunque algunos conseguían llegar a París. Uno de los hombres lobos más famosos de Francia fue Jean Grenier, de trece años, quien fue capturado y enjuiciado por sus crímenes. Posteriormente fue condenado y murió en prisión a los diecinueve años. Por aquella época, otros Estados que tenían grandes problemas con los hombres lobos fueron los que actualmente conforman el territorio de Alemania, en donde se dio captura a Peter Stubbe, cuya historia se comenzó a vender como folleto.
Muchos Estados preocupados por la situación, crean los Tenientes de Lobería, oficiales del Estado encargados de dar caza y captura (cuando no la muerte) a los lobos, trabajaban con toda la eficacia posible, no obstante se veían continuamente sobrepasados. El caso más emblemático de esto es "La Caperucita Roja", que producto de la deformación del tiempo y el relato oral terminó convertido en un relato infantil, principalmente gracias a la ayuda de los hermanos Grimm y Charles Perrault.
A mediados del siglo XVIII Francia alcanza la cima de la psicosis de los licántropos con la aparición
de la "bestia de Gévauden", un lobo de proporciones gigantescas. Se cree que su tamaño se debe a que era una cruza con oso; que parecía enorme por llevar una armadura puesta por su dueño, quien utilizaba al animal para aterrorizar a la gente y obtener beneficios. Este animal mató a 121 personas en tres años. El misterio jamás fue resuelto, sin embargo se ha especulado que se trataba de varios lobos, o que en realidad podría ser un sangriento y brutal asesino en serie. Después de la bestia de Gévauden comenzó a menguar el "Era de los lobos" en Francia.
En los países vecinos también se registraban ataques de licántropos, aunque con variantes propias propias del lugar. España y Portugal sumaron a la tradición nuevas características para la transmutación: el séptimo hijo de una familia es el destinado a ser hombre lobo, lo cual se descubre cerca de los trece años, cuando pasa de niño a adolescente. En algunos casos, se trata del noveno y tiene que ser el último de la línea de varones, no obstante les siga a niñas. La fecha también es algo crucial, pues en estos mismos países se habla de que será hombre lobo el séptimo hijo nacido en Nochebuena. Si bien esto acota bastate las posibilidades, no evita la dificultad de nacer siendo un hombre lobo, aunque en todas las regiones mantiene intacta la tradición de la mordida para contagiar y traspasar la maldición.
A pesar de toda esta riqueza, la leyenda recién ingresa propiamente a la literatura en el siglo XIX, aunque no sería ahí su punto de mayor impacto, a diferencia de lo ocurrido con el vampiro en "Drácula" de Bram Stoker. El hombre lobo se consagraría en 1941 y gracias a la película "The Wolf Man" de George Waggner, en donde también incorpora dos nuevos elementos: el que la metamorfosis ocurra solamente en noches de luna llena, y la necesidad de las balas de plata para matarlo.
Si bien la licantropía no produjo un clásico, cuenta con algunos relatos extraordinarios de autoría de los mejores escritores de todos los tiempos. Uno de ellos es "La marca de la bestia", de Rudyard Kipling, cuento publicado en 1890 que resulta ser espeluznante, verosímil, con rasgos de maestría narrativa y un gusto casi perverso por lo macabro, propio de su época, no en vano muchos se escandalizaron al momento de su publicación. Entre las características tan únicas del texto se cuenta la particularidad del escenario donde transcurren las clásicas historias de los hombres lobos: en la India. Ahí, un afuerino pagará caro su insolencia ante una deidad, siendo maldito con el mal de los hombres lobos, al ser mordido por un leproso a quien la enfermedad le ha arrebatado la cara. Con estos antecedentes, se comienza la transmutación del protagonista, y aunque jamás menciona la licantropía, la sintomatología es innegable que se trata de la famosa maldición que asola a la humanidad desde la Época Clásica.
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